Recuperar el pecado original. Prólogo a "Desbautízame" (Ediciones Oxímoron, 2015) de Ismael Rivera. Por Juan Morel R.
Han parido en un lugar del Edén el génesis de este rojo apocalipsis. Dicen las bíblicas religiones, que antes de nacer ya estamos condenados. Aún en el vientre, sin forma precisa todavía, los que habitan el mundo ya no tan placentero del afuera, deciden por nosotros y comienzan a nombrarnos. Nacemos, y la palabra que nos nombra nos espera desde afuera. Nacemos, e inmediatamente caemos en las manos del nombre, en las manos del doctor y del cura, en las manos del registro civil que ya tiene un código reservado para nosotros. El nombre es lo dado. El nombre del abuelo, el nombre del actor o del artista, el nombre del personaje bíblico o histórico. El nombre nos instala en el mundo de los nombrados, de los registrados, de los que asignados a un número, pasan a formar parte de la historia. Pero hay un momento antes del nombre, antes de las palabras que nos ordenan y nos sitúan: primero está la niebla. Trasunta la niebla la madre del odio cubriendo los gritos con llanto p