No sé mirar a un desahuciado. Me escondí de mi mamá cuando sus tetas intentaron chupar su vida tras otras más jóvenes sin historia. Los pasos del suicidio de mi viejo subieron con él los cerros quedándome yo en la base. Evité hospitales en que hermanos perdieron pesos, dignidad y gramos perdiéndome en latas esquineras, seguro de que saldrían. Una bolsa sacó sus cuerpos. No tolero la muerte lenta e injusta no tiene sabor a venganza. Me rehúso a los minutos finales la despedida no es lo mío, sin olor no hay mano. Fulminante lo quiero como el granizo en el sinc de la villa.