Aquí un segundo fragmento, más caliente, de lo que será la novela. Una vez a la semana, desde los quince hasta los dieciocho, tengo mi terapia de descarga. Me junto con Diego, Chapa, Arturo y Pepe a ensayar las canciones de nuestra banda. Escribo las letras y canto, más bien grito y escupo toda mi rabia al ritmo de melodías punk rock. Durante la semana aguanto como puedo las largas horas en el colegio. Los fines de semana me junto con mis amigos y la fiesta comienza. Ensayamos durante horas junto a otra banda punk, con la cual compartimos tocatas y escenarios. Las sesiones comienzan a las diez de la mañana y acaban cerca de las once de la noche. Junto con los primeros acordes se destapan las primeras botellas de cerveza, que son acompañadas de marraquetas que se multiplican solas. Los pitos nunca faltan. Una mediagua forrada de lienzos nos sirve de sala de ensayo y cobija la frustración de todo el grupo. Estamos lejos de ser una banda virtuosa, pero el fuego que emanamos al tocar,