MUJER:
(Con fuerza y desgarro... en ella
se representa la voz del carnaval completa, ella ES carnaval)
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“Es aquí, en el carnaval fénix, ese que
prohibido hace tanto hoy renace, en que comenzamos a vernos realmente. Hoy soy
mi propia puta, cuando ayer fui monja; hoy... soy la reina y mendiga del poder.
Hoy soy el descontrol y la risa, el desborde que sale a la calle. Soy la lucha
contra la monotonía, porque me amarra y condena. Es el carnaval una forma de
enfrentamiento a la seriedad como forma autoritaria de poder, en tanto esta
prohíbe y limita las expresiones naturales de cada ser. Pues las sociedades de
control se basan en un aparato de disciplina y dominación corporal, reducciones
y modificaciones de la conducta que el carnaval permite transgredir.
(Cambia su
tono, ahora es más lúdica, toca con la punta de sus dedos la sensualidad)
Tras esta
máscara no existe el deber ser, este personaje que juego me lleva a la
catarsis... tras esta capa que cubre mi rostro, en el negro que separa mi cara
de mi más cara, veo el miedo, mis miedos.
(Ironía en la
lengua filosa)
El año 1896,
ese Jaime Guzmán del siglo XIX, Don Casimiro Marcó del Pont, promulgó un
decreto que rezaba: (pone voz más grave, pero media afeminada) Teniendo acreditada por la
experiencia, las fatales y frecuentes desgracias que resultan de los graves
abusos que se ejecutan en las calles y plazas de esta Capital en los días de Carnestolendas principalmente por las gentes que se apandillan a sostener
entre sí los risibles juegos y vulgaridades de arrojarse agua unas a otras; y
debiendo tomar la más seria y eficaz providencia que estirpe de raíz tan fea,
perniciosa y ridícula costumbre; POR TANTO ORDENO Y MANDO que ninguna persona
estante, habitante o transeúnte de cualquier calidad, clase o condición que
sea, pueda jugar los recordados juegos u otros, como máscaras, disfraces,
corredurías a caballo, juntas o bailes, que provoquen reunión de gentes o
causen bullicio...
(Vuelve la
ironía)
Al parecer
Don Casimiro se olía el poder del carnaval, esa esencia de alegría que
escaseaba en sus salones. ¿Por qué? Porque un pueblo que enfrenta sus miedos es imparable, y
en el carnaval un pueblo los conoce, los acepta, y los enfrenta.”
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