Nostálgica. Elegía a la memoria. La obra de Rosario Rivera parece remitir irremediablemente a estos términos, íntimamente ligados. La convivencia de sillas abandonadas en un amplio espacio vacío, como conversando sobre la ausente presencia de quienes compartieron algo ahí. Puntas de presente que se asoman sobre el pasado, un pasado rememorado en el diseño de los muebles retratados, recuerdan la añoranza de un algo ya perdido. El viaje al origen retratado en maletas listas para un largo viaje, abiertas, como si quisieran contar todavía una historia presente en los objetos contenidos, nos invitan a cargar con el peso de la propia experiencia. Esta nostalgia se ve plasmada en el uso de materiales reciclados, como páginas de libros antiguos, en las que el paso del tiempo ha dejado una huella indeleble, marcas de vida que llevan en ellas vínculos de la propia persona y su entorno. La memoria se hace presente en la técnica de collage utilizada en sus obras bidimensionales, en las cuales vemos capas de recuerdos condensadas, recuerdos difuminados en acuarela que luchan por no desaparecer, asumiendo su función de constructores de identidad.
Hay un diálogo entre las distintas obras de Rosario que le dan una continuidad, un sello propio y original. Los títulos de sus obras imprimen una sensación de íntima reflexión en torno a la propia experiencia, la migración, el alejamiento del nido-hogar, el constante mudar de piel. Las tazas y ganchos, que pierden su función primera, son desnaturalizados, dejan de ser simples objetos cotidianos para dar paso a la significancia de la soledad. Las tazas se contienen unas a otras, los ganchos cuelgan otros ganchos; como espectadores nos vemos enfrentados a una cadena en que cada eslabón remite al otro, y al final de la cadena nos encontramos a nosotros atados a ella. ¿Cómo salir de la nostalgia que imprime la memoria? Parece preguntarnos la obra de esta artista. Cada uno encontrará sus respuestas, es cuestión de buscarlas.
Hay un diálogo entre las distintas obras de Rosario que le dan una continuidad, un sello propio y original. Los títulos de sus obras imprimen una sensación de íntima reflexión en torno a la propia experiencia, la migración, el alejamiento del nido-hogar, el constante mudar de piel. Las tazas y ganchos, que pierden su función primera, son desnaturalizados, dejan de ser simples objetos cotidianos para dar paso a la significancia de la soledad. Las tazas se contienen unas a otras, los ganchos cuelgan otros ganchos; como espectadores nos vemos enfrentados a una cadena en que cada eslabón remite al otro, y al final de la cadena nos encontramos a nosotros atados a ella. ¿Cómo salir de la nostalgia que imprime la memoria? Parece preguntarnos la obra de esta artista. Cada uno encontrará sus respuestas, es cuestión de buscarlas.
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