Cuando la noche se hace densa
y la casa calla
la mesa espera sin conciencia
a las bocas cansadas y secas,
que hoy estallan.
Una ducha fría y la rutina
un nuevo once te encuentra
despabilada
y el aguardiente ya no quema
la garganta
sentada frente a platos que
se enfrían.
Y los cuchillos y las horas
pasan del dolor a la
frustración
porque sus huesos siguen hinchándose
en el barro
siguen chillando a la memoria
mientras las fotos van
perdiendo su color.
Se transforma el tiempo
se pudren los minutos
esperando a muertos que no
vendrán a llenar el vacío
de camas deshechas ¡Madre!
¡Dime Madre!
qué pasó con aquel que no
volvió
al que por última vez en la
esquina
viste perderse.
Olvidaron Madre
sus brazos
en las mangas de chalecos
en las mangas de chalecos
deshilachados.
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