Ir al contenido principal

Qué nos queda

Desgarbando los días de horas muertas
de minutos cansados se derrite la máscara
llevándose parte de carne con ella.
Hay unos que lloran sus quejas, no mueven
un músculo, nada consiguen, conmover
al cosmos es sueño imposible.

¡Castiguen la mente de los obedientes!

¡Griten a la Historia y su puta mayúscula!

Rasgarse la voz con la tierra en las uñas

se ha vuelto el mínimo gesto que el hombre se debe.

Volcamos la sangre abriendo las venas

de nada nos sirven los riegos de sangre
coagula y no entra de vuelta en la piedra.
Sacamos de órbita cada ojo nuestro
intentando reconocer algo en la sombra
y acabaron siendo dos huecos manchados.

Aprendimos a escuchar de boca cerrada el mandato y acato

hasta que el oído eyaculó un hilo de sordera ascendente.

Nos queda la voz, palabra y sonido nos queda

no muere el impulso primario, la rabia.
Los puños en cada silencio el respiro
en el corte de un verso.

Comentarios

  1. "Rasgarse la voz con la tierra en las uñas
    se ha vuelto el mínimo gesto que el hombre se debe."

    Amé!

    Tienes algo con desgarrar y ensuciarse las uñas jajaja, lo repites harto, no es crítica sino al reves, me gusta, es super gráfico, me gusta la rabia visceral de tu poesía, me gusta que no te entrampas en la idiotez de las palabras rebuscadas, tu poesía está en la fuerza de las imágenes, y en la fuerza del mensaje, no alardeas del lexico, es un corte limpio, es la poesía de alguien que tiene algo que decir.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Tres Formas del Odio

“En una sociedad donde prima la cordura, la única libertad es la locura. La psicopatía latente es nuestra última reserva natural, un lugar de refugio para la mente en peligro de extinción.” (J.G. Ballard) Hay formas de adolescencia que pasan, propias de una edad, y otras que quedan en el cuerpo, en las formas, que acompañan incluso a la muerte. Adolecer, padecer, una enfermedad que crece y se impregna. Hay que estar enfermo para poder curarse. Yo no me he curado aún. A pesar de variados intentos, siempre creo que uno más será suficiente para quitármelos de encima. Hoy se cumplen dieciocho años desde esa primera vez. Dieciocho años escupiendo e insultando a dios, poniendo su nombre con minúscula como acto terrorista ortográfico, esperando provocar una mínima respuesta, esperando en vano una manifestación ínfima en el cosmos que lo subraye, pero nada pasa. El cobarde sigue impertérrito, inmutable. Av. Portugal. Miércoles. 2:oo a.m. Camino de regreso a mi departamento, sin prisa....

Despedida

Ni del juego me despido ni de fuegos en los ojos no confundan tus costillas la aspereza de mis manos. Es mi espanto el que te niego la caída en el abismo ser payaso en la tragedia ser verdugo condenado. Ni mi sangre por tu cima ni mi grito por tu llanto no la rabia no inocencia del traidor bien traicionado.

DENISE MISLEH (Des)velos de la mirada

Velar y develar la complejidad tras una expresión. Es la simultaneidad de significados que guardan los rostros de estas mujeres, enigmas que se esconden tras los ojos que gritan. Retratos que no buscan referencialidad, sino una mirada poética de parte del observador, una lectura entre líneas (entre ventanas tal vez) que nos haga descubrir qué se esconde tras los instantes. Denise Misleh desplaza el foco en el cual nos sitúa como espectadores. Presenciamos a quien mira un algo perturbante, esa escena nos es velada y solo podemos ver su efecto en quien la observa. Dejamos de ser el voyeur para transformarnos en un testigo del testigo; las mujeres son las protagonistas y no la escena, el sentimiento que se padece como un inevitable pasa a ser el misterio a develar. Identificación y reidentificación. Por un lado, la identificación con el sentir de un extraño; por otro, descubrir el propio padecer, definir el significado de esa mirada mediante el llenado de los vacíos con la propia expe...